Oro de 18 ct y piedras preciosas
Un viaje a la Grecia Clásica a través de diez joyas únicas personalizables, inspiradas y representadas cada una de ellas por un mito griego. Una a una, han sido creadas para trasladarnos hasta la base de nuestra cultura y así recorrer, en su compañía, un camino de sabiduría y emoción. Cada joya y cada mito, son un relato memorable que viaja de generación en generación.
Oro, diamante negro y diamantes blancos
2.238€
Apolo es uno de los dioses principales de la mitología griega, epítome de la juventud y la belleza, dios de la poesía y la música, líder de las musas y patrón del Oráculo de Delfos.
Hijo ilegítimo de Zeus, tuvo que proteger a su madre Leto de la ira de Hera, esposa de Zeus que la perseguía en busca de venganza. Para ello mató a Pitón (la serpiente sagrada) con mil flechas, al gigante Ticio y a los catorce hijos de Níobe.
Apolo además fue un gran arquero, un destacado intérprete de la lira y un importante guerrero que participó activamente en la guerra de Troya. Allí peleó al lado de los troyanos y ayudó a Paris a dar muerte a Aquiles, pues este había matado a sus hijos Héctor y Troilo. Su nombre en la actualidad sigue ligado a numerosas personas, empresas y proyectos científicos, como el famoso proyecto Apolo de la NASA.
Leda era la esposa de Tindáreo, rey de Laconia en Esparta, quien se había refugiado en el reino de Testio, padre de Leda, tras ser expulsado de Lacedemonia. Después de casarse y gracias a Hércules, Tindáreo recuperó su reino y ocupó su trono junto a su mujer.
La belleza de Leda era tal que Zeus le deseaba con ardor. Un día, mientras caminaba junto al río Eurotas, se encontró con un hermoso cisne que escapaba del ataque de un águila. Lo protegió y se dejó seducir por éste, que no era otro que Zeus transformado. Esa misma noche Leda también se unión a su esposo; como consecuencia, puso dos huevos: de uno nacieron Pólux y Helena, hijos de Zeus inmortales, y del otro Cástor y Clitemnestra, hijos mortales de Tindáreo.
Narciso era un hermoso joven hijo de la ninfa Liríope. Al nacer, el adivino Tiresias predijo que el muchacho viviría largo tiempo mientras nunca se viera a sí mismo; por ello, su madre evitó siempre los espejos y otros objetos en los que pudiese verse reflejado. Creció así Narciso sin ser consciente de su belleza e ignorando a las muchachas que lo perseguían hasta que un día, engañado por Némesis, se inclinó sobre la orilla de un río para saciar su sed y se encontró su propio reflejo, cayendo locamente enamorado. Al principio intento abrazar y besar al joven que tenía enfrente, pero al poco se dio cuenta de que era él mismo y quedó paralizado por siempre contemplando su propia belleza. En aquel lugar surgió después la flor a la que dio su nombre: el narciso, que crece sobre las aguas de los ríos reflejándose siempre en ellas.
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